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Dante Mastropierro: de las calles de Quilmes a Pancita Llena, con la verdad por delante

Dante Mastropierro alcanzó el éxito popular tras su interpretación de “El Negro Pablo” en la serie Okupas de Bruno Stagnaro.
Una de las míticas escenas de Dante en “Okupas”.
Junto a su compañero en la serie, Sergio Podeley.
Los chicos del comedor esperando para almorzar.
El libro de Dante, donde cuenta sus vivencias.

Hay frases que pesan. Que se clavan en el imaginario colectivo y no sueltan más.

“Acá hay toda gente buena”, decía con esa mezcla de crudeza y ternura que lo caracteriza el “Negro Pablo” en Okupas, aquella serie que explotó en los 2000 y que, veinte años después, Netflix rescató del olvido para convertirla en un fenómeno nuevo.

Esa misma frase es la que hoy elige Dante Mastropierro, el actor detrás del personaje, para describir el comedor Pancita Llena, Corazón Contento, en el barrio de La Boca.

Allí, enfrente de la cancha de Boca, en Brandsen 740, Dante no actúa. Allí vive.

“Esto es a puro rolo. El rolo, turro, es el bobo, el corazón”, aclaró Dante en una charla franca, sin vueltas, como es él.

El comedor es su otra gran obra, una que no tiene guion ni directores, pero sí una legión de madres, pibes hambrientos y vecinos que se acercan con lo poco que tienen para sumar. “Se trata de ayudar a los pibes del barrio, a sus mamás, a todos aquello que menos tienen”, contó.

Pero la historia de Dante con el hambre y la solidaridad viene de mucho antes. Nació en el barrio Los Álamos, en Quilmes, un lugar donde los códigos se respiran en el aire. “Si tenés códigos, te respetan”, aseguró. “Si te subís al bondi, debés sacar boleto; si no, no te subas”. Allí, entre pasillos y vecinos que se convertían en familia, aprendió lo que era compartir la olla.

“Poníamos unos manguitos entre varios del barrio y comíamos un guiso, pollo, o lo que pinte. A veces, quien tenía un poquito más, decía: ‘hoy quiero comer esto’, y lo tiraba arriba de la mesa. Me acuerdo que nos juntábamos a comer en la casa de una vecina, a quien le decíamos la tía”.

Pero la realidad a veces es más dura que cualquier guion. “Muchas veces me fui a dormir con un mate cocido en la panza”, confesó.

Esa crudeza, esa vida en los márgenes, fue justo lo que llamó la atención de Bruno Stagnaro, director de Okupas, cuando Dante se presentó en el casting casi por casualidad.

Por entonces, era sereno cerca de donde se hacían las pruebas. “Le mandamos fruta y fuimos”, recordó con una sonrisa. Su forma de hablar, su historia, su mirada: todo calzó. Stagnaro le puso “la pilcha” del Negro Pablo y el resto es historia. O casi.

Porque Dante no se olvidó. Ni de los pasillos de Los Álamos, ni de Dock Sud (“yo viví durante mucho tiempo en un lugar mucho peor que las torres de Dock Sud”, aclaró), ni del hambre.

Por eso, hace casi veinte años, casi al mismo tiempo que Okupas se emitía por primera vez, empezó con Marcela y un grupo de madres lo del comedor.

Hoy son 150 familias las que reciben algo más que un plato de comida: contención afectiva, educativa, sanitaria. “Hacemos un trabajo social a pulmón”, definió.

El proyecto no para. “Queremos construirles un lugar para que puedan estudiar, festejar sus cumpleaños e incluso ser atendidos por un médico amigo, que siempre colabora con nosotros”, detalló.

Para eso necesitan chapas, maderas, alimentos no perecederos, verduras, carne y ropa, sobre todo abrigo. Las donaciones pueden llevarse a Brandsen 740 o contactarlos al 11-3312-2550.

Pero la vida de Dante tiene más capítulos. Hace poco presentó su libro, Las memorias del negro Pablo, editado por Penguin Libros.

Una autobiografía que recorre desde su infancia dura hasta el encuentro con Maradona, el comedor y, claro, el éxito de su personaje.

“Después de hacer del Negro Pablo en Okupas, muchos me decían: che, con las historias que viviste, tendrías que hacer un libro. Nunca pensé en un libro para ser importante. Pero siempre hay gente que me dice que quiere saber un poco más, conocer cosas que me pasaron. Entonces me propuse contar esas historias”, comentó.

El libro es un viaje sin edulcorantes. Habla de una infancia difícil, de una adolescencia entre “perros fieros, una madre amorosa y una soledad insoportable”, y de una adultez donde, contra todo pronóstico, terminó fundando un comedor y convirtiéndose en un referente para muchos.

“Más allá de los recuerdos, lo importante para mí es no olvidarme de dónde salí, de
dónde vengo, de dónde soy”, enfatizó.

La presentación fue en Fetiche, en Thames 744, con Leonardo Oyola como presentador. Un lujo para un pibe de Quilmes que se hizo a los golpes. Pero Dante no se achica. Sabe que su valor no está en los reflectores, sino en la calle, en el comedor, en la memoria que no traiciona.

Hoy, Dante Mastropierro es muchas cosas: el Negro Pablo de culto, el actor de Botineras y El secretario, el fundador de Pancita Llena, el autor de un libro. Pero sobre todo, es un tipo que no se olvidó de nada.

Que camina por La Boca y saluda a todos, que recibe donaciones con las manos abiertas y el corazón contento. Que repite, como un mantra personal y colectivo, que “acá hay toda gente buena”. Y lo dice, claro, como solo él puede decirlo: a puro rolo.

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