Quieren jugar a la unidad y les gana el ego: Kicillof y La Cámpora se se disputan el control en el cierre de listas
A menos de dos semanas del cierre de listas, el peronismo de la provincia transita horas decisivas marcadas por internas abiertas, reproches cruzados y una tensión creciente entre los principales actores del espacio: Axel Kicillof, La Cámpora, el massismo y los sectores más disidentes del PJ.
Las negociaciones, complejas y repletas de movimientos tácticos de último momento, apuntan a una unidad forzada que, lejos de la armonía, expone las grietas del oficialismo bonaerense.
EL PERONISMO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO
— osv@l 🇦🇷 (@osvwal) July 6, 2025
Una mesa colegiada de Kicillof y Máximo selló la unidad del peronismo
TODOS JUNTOS CONTRA EL ENEMIGO COMÚN pic.twitter.com/mfiI9fJkjO
Las diferencias entre el gobernador y Máximo Kirchner se han vuelto insalvables. No hay unidad política real, solo un intento de confeccionar listas conjuntas para evitar una fractura que complique aún más un escenario electoral adverso. En ese contexto, Kicillof busca imponer su peso como jefe del Ejecutivo provincial y referente de un espacio que ya nuclea a más de 40 intendentes. Pretende definir el 50 por ciento de las candidaturas y tener un rol central en la campaña.
En paralelo, el cristinismo, con Máximo Kirchner a la cabeza, presiona para mantener el control del armado y busca establecer como eje de campaña el reclamo por la libertad de Cristina Fernández de Kirchner. Mientras tanto, en el entorno del gobernador esa consigna genera incomodidad. Varios intendentes del Movimiento Derecho al Futuro (MDF) consideran que ese enfoque está desconectado de las urgencias sociales y económicas de la población.
Las tensiones también se trasladan al armado territorial. Las secciones electorales más disputadas —la Primera y la Tercera del conurbano— concentran las principales disputas por los primeros lugares en las listas. Nombres como Leonardo Nardini, Federico Achával, Gabriel Katopodis, Mayra Mendoza, Mariano Cascallares y Verónica Magario están en danza. La vicegobernadora surge incluso como posible figura de consenso, dado su vínculo con Kicillof y el kirchnerismo.
El tablero se complica aún más con la amenaza del peronismo disidente. Los intendentes Julio Zamora (Tigre) y Fernando Gray (Esteban Echeverría), alejados de La Cámpora, barajan presentarse por fuera del armado oficial. Si lo hacen, podrían restarle votos clave a Unión por la Patria, especialmente en los bastiones del conurbano.
Las internas municipales suman otro frente de conflicto. En Morón, Lucas Ghi y Martín Sabbatella protagonizan una disputa sin diálogo. En Avellaneda, Quilmes y Lanús, las tensiones entre Jorge Ferraresi, Mayra Mendoza y Julián Álvarez dificultan el armado local. El reparto de poder en los distritos sigue sin resolverse.
La discusión sobre el desdoblamiento electoral también sigue abierta. Aunque la decisión ya fue tomada, sectores kirchneristas insisten en dar marcha atrás y unificar la fecha con las elecciones nacionales. El descontento se hizo sentir nuevamente en una reunión con fuertes críticas al jefe de Gabinete provincial, Carlos Bianco.
Pese a las fricciones, hubo un intento de tregua. En una reunión clave, se acordó la designación de apoderados del frente electoral. Kicillof propuso a Verónica Magario y Katopodis, mientras que La Cámpora sumó a los intendentes Federico Otermín y Mariel Fernández. También hubo un compromiso formal de apoyo al gobernador y de adhesión al reclamo por la libertad de Cristina. Una tregua frágil, más estratégica que sincera, con fecha de vencimiento incierta.
La discusión de fondo es otra: el futuro político de Kicillof y su camino hacia una eventual candidatura presidencial en 2027. El gobernador quiere autonomía, escapar de la tutela de Cristina Kirchner y construir un liderazgo propio dentro del peronismo. No quiere ser "el candidato de Cristina", sino el candidato del espacio. Esa ambición, legítima para sus seguidores, es percibida como una amenaza por el kirchnerismo duro.
Con el reloj corriendo, la unidad parece más una necesidad electoral que una convicción política. En los próximos días, los nombres sobre el papel y el reparto de espacios revelarán quién ganó realmente la pulseada. Por ahora, en el peronismo bonaerense hay más desconfianza que consenso, más pulseadas que acuerdos, y una certeza: el margen de error es mínimo.







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