Política
Internas y fracturas

Sin bancas y sin rumbo: el radicalismo bonaerense quedó solo tras un derrumbe histórico

La UCR provincial atraviesa una profunda crisis interna y electoral: perdió bancas históricas, no logró presentar lista oficial y mantiene una feroz disputa entre sus principales dirigentes. (Dibujo: NOVA)

En estos tiempos que corren, parece venir muy bien aplicada una adaptación de la conocida frase “el hombre que está solo y espera”, de Raúl Scalabrini Ortiz, dirigida a un radicalismo bonaerense que quedó como hoja al viento después de las últimas elecciones legislativas.

Si bien el hombre de FORJA y ex radical destinaba este pensamiento al hombre (y la mujer) que esperaban soluciones para sus necesidades esenciales, desde el centenario partido hay una sensación de soledad e incertidumbre, y un tiempo de pausa para ver si algunas circunstancias ayudan a su recuperación.

Ocurre que, en territorio bonaerense, la sangría ha sido más que evidente, porque no se recuperaron las tres bancas de diputados nacionales que parecían hasta inventariadas en la Cámara Baja desde hacía una década.

No ingresaron las dos candidatas que asomaban con alguna mínima posibilidad, como fue el caso de Elsa Llenderrozas y Danya Tavela. La primera iba en segundo lugar de la lista de la Coalición Cívica que encabezó el “lilito” Juan Manuel López y sacó poco más del 0,2 por ciento, confeccionando el título de “papelón”.

Un poco más decoroso fue el caso de Tavela, quien estuvo en la lista de Provincias Unidas y orilló el 2,40  por ciento aproximadamente. Igualmente, estaba en cuarto lugar y se necesitaba algo más de apoyo numérico en las urnas.

Las dos “correligionarias” hubieran calmado las aguas si ingresaban porque, seguramente, se iban a incorporar a bloques radicales, aunque se hayan postulado como “extrapartidarias”, dado que el radicalismo bonaerense no se pudo presentar oficialmente a elecciones.

Esto último no ocurrió porque las intestinas y salvajes peleas entre el presidente del Comité de Contingencia, Miguel Fernández, y el titular de la Convención, Pablo Domenichini, hicieron lo imposible para llenar de obstáculos el camino hacia las elecciones.

Ambos vienen desarrollando una disputa interna que quedó pendiente hace varios meses y que intenta aún componer el juez federal electoral, Alejo Ramos Padilla, más allá de los esfuerzos del magistrado.

Vencieron los mandatos de ambos dirigentes y del esquema de “contingencia”, y el juez, con muy buen sentido común, aceptó un esquema de prórrogas para los mandatos de Fernández y Domenichini.

Una versión da cuenta de que se habrían aceptado los resultados de la elección interna de 2024 sólo para algunas categorías, como las de delegados al Comité Nacional y, posiblemente, se haga lo mismo con los convencionales nacionales, pero la pelea sigue.

Cabe recordar que esta sangría de cargos ocurrida en octubre no es la única. Se trata de una continuidad de eventos desafortunados que se inició el 7 de septiembre con la desastrosa performance de Pablo Domenichini, quien no pudo revalidar su banca como diputado provincial por la tercera sección electoral (sur del conurbano).

Tampoco pudo alcanzar un escaño el titular de la Junta Central de La Plata, Pablo Nicoletti, quien quedó debajo de la izquierda y muy lejos del porcentual de 16,67 por ciento que se necesitaba. Tiró por la borda unos doce años en que la UCR platense contaba con representación parlamentaria provincial.

Tan sólo en la cuarta sección (noroeste provincial) y en la sexta (sur bonaerense) la UCR obtuvo bancas para el Senado y Diputados, respectivamente. Es una suerte de salvación dentro de la verdadera tormenta destructiva que significaron estas elecciones.

El radicalismo sacó un mínimo provecho de haber concurrido en alianzas, pero no al punto de las cosechas importantes que se registraron hasta 2023 con Juntos por el Cambio o los sucesivos nombres asignados al matrimonio con el PRO.

Este último partido decidió entregarse a los cánticos de sirena de Javier Milei y su programa de derecha extrema de ajuste, y todo eso aportó al desconcierto y al divisionismo del centenario partido de Alem. Esto ocurrió al punto tal de no poder recuperar identidad y esencia como para posicionarse como alternativa.

Ahora, el radicalismo quedó prácticamente en terapia intensiva, esperando sólo que algunos dirigentes entiendan la oportunidad de su intervención para proceder a una recuperación y acercarse a niveles de mayor aceptación popular.

El presente del radicalismo es por demás preocupante para sus autoridades y militantes, y tiene un futuro repleto de cuestionamientos e interrogantes.

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