VIDEO | De Punta Indio al mundo: Mariana Chuliver, la científica que ve en lo pequeño lo extraordinario




En un pequeño rincón de la provincia de Buenos Aires, entre los paisajes rurales de Verónica, nació Mariana Chuliver. Allí, en el partido de Punta Indio, comenzó a gestarse una relación única con la naturaleza, una conexión que moldearía su camino y la convertiría en una científica que supo mirar más allá de lo evidente y, desde lo más pequeño, construyó una carrera que llevó su nombre al reconocimiento internacional, siendo distinguida en 2022 con el premio Margarethe Koenig en Alemania.
Su vida, tejida con hilos de curiosidad, esfuerzo y una conexión profunda con la naturaleza, es la historia de alguien que aprendió a escuchar los secretos que guarda la tierra.
Mariana creció en un entorno rural, un escenario que moldeó su relación con el mundo natural. “Desde muy chica tuve un contacto con la naturaleza, creo que mayor que alguien que crece en una ciudad”, reflexiona. Sin embargo, su interés inicial no estaba específicamente en los animales. Era, más bien, una inquietud sobre los procesos que dan forma a la vida. Años después, esos primeros destellos de curiosidad la llevarían a explorar los ciclos de vida de anfibios y reptiles, revelando cómo sus cuerpos cambian con el tiempo.
Ella no proviene de una familia de científicos. Su madre, Nancy, es maestra rural; su padre, Néstor, profesor de educación física. Sus hermanos, Alejandro y Julián, siguen viviendo en Verónica trabajando y estudiando. Aunque siempre hubo en su casa un estímulo hacia la lectura y el pensamiento crítico, no existía un camino definido hacia la ciencia. “No sé si mi vocación viene directamente de mi familia”, admite, “pero el estímulo siempre estuvo”.
Hoy, Mariana divide su tiempo entre la investigación en la Fundación Azara y la docencia en la Universidad Maimónides. A su vez, y como si esto fuera poco, la joven bióloga es integrante cofundadora de la reciente Mesa de políticas Ambientales (mixta) del Partido de Punta Indio.
Los caminos de la ciencia
Cuando terminó la secundaria, Mariana sabía que quería estudiar algo relacionado con las ciencias naturales, aunque no tenía claro el qué. Fue la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata que la recibió en sus aulas. “Me anoté en la licenciatura en Biología, pero también estaba abierta a cambiarme a Geología o Antropología si no me gustaba”, recuerda. Pero no fue necesario. A medida que avanzaba en la carrera, su pasión por la biología creció, especialmente por la zoología, rama en la que finalmente se especializó.
Fue durante un trabajo práctico de segundo año cuando los anfibios comenzaron a ocupar un lugar central en su vida. En un laboratorio de la Facultad de Ciencias Exactas de La Plata, Mariana se encontró por primera vez con renacuajos. Mientras sus colegas estudiaban los efectos de los agrotóxicos en organismos acuáticos, ella se fascinaba más por el propio animal que por las sustancias químicas que los afectaban. "Si uno no conoce al organismo y no sabe cómo funciona en una situación normal, tampoco puede entender cómo reacciona bajo estrés o contaminación", reflexiona sobre aquellos primeros años.
Un salto hacia lo microscópico
Su interés por los anfibios la llevó a Salta, donde desarrolló su doctorado con una beca del CONICET. Aunque el título lo otorgaba la Universidad Nacional de Córdoba, fue en el norte argentino donde profundizó en el desarrollo musculoesquelético de ranas, explorando cómo sus cuerpos se transforman a lo largo de sus vidas. Ese enfoque en lo pequeño, en lo que otros podrían considerar insignificante, fue lo que marcó el inicio de un camino único.
“Es fascinante cómo la morfología de un organismo cambia desde que nace hasta que muere”, dice Mariana. Esa fascinación la llevó más tarde a cruzar el océano Atlántico, con una pasantía en el Instituto Senckenberg de Frankfurt, Alemania, durante 2020. Pero la pandemia cambió sus planes, y Mariana regresó a Argentina. Fue entonces cuando decidió reorientar su investigación hacia los reptiles, específicamente las serpientes, explorando su embriología durante su beca postdoctoral en el CONICET.
“Esto fue gracias a mi director Agustín Scanferla, que es especialista en el tema y quien además fue fundamental para que después el equipo de paleontólogos me considerara para estudiar el renacuajo que habían encontrado”, afirmó.
El renacuajo del Jurásico
El 2020 trajo consigo otro giro inesperado. En una expedición paleontológica en la Patagonia, un equipo de investigadores encontró algo fuera de lo común: un fósil de renacuajo de una especie de rana. Aunque el objetivo principal era buscar dinosaurios, este hallazgo despertó interés en la comunidad científica, especialmente en Mariana, quien se convirtió en la líder del proyecto de investigación.
El proceso incluyó analizar el fósil bajo lupa, crear moldes de caucho para estudiar impresiones de tejidos blandos y realizar análisis filogenéticos que ubicaran al fósil en un árbol de relaciones evolutivas. Descubrieron que los ancestros de los renacuajos actuales eran significativamente más grandes, un dato que arroja luz sobre la historia evolutiva de estos anfibios.